Nueva York en un poeta (Lorca en EEUU y Cuba)
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By Salvador Carnicero Arcos
- On Ago 26, 2021
- In Programa completo
Nuestra última Leyenda del Tiempo supone nuestro primer monográfico sobre la vida de Federico García Lorca, y su publicación coincide con el 85 aniversario del asesinato del poeta más influyente del siglo XX.
El 18 de agosto de 1936, el expolítico de la CEDA y entonces de Falange Española, Ramón Ruiz Alonso, conseguiría su propósito: fusilar a Federico García Lorca. Días antes, fue él quien dió la orden de su detención.
A pesar de que su muerte es uno de los temas más recurrentes de los estudios sobre Lorca, en este programa especial nos enfocaremos sin embargo en un momento trascendental para la vida del poeta: su paso por Nueva York y por Cuba entre 1929 y 1930.
En este programa seguiremos los pasos del poeta, conoceremos un poco más sobre el contexto cultural de la época, y explicaremos la influencia de ‘Poeta en Nueva York‘. En este poemario Lorca muestra su lado más vanguardista dentro del género, pero también su lado más anticapitalista, aterrado por su experiencia en Wall Street. Entonces, visiblemente afectado por su desarraigo, y dolido por la traición, vomita una obra culmen de la literatura y de la poesía universal.
Como decimos, siguiendo los pasos del poeta y también la influencia en el arte de ese poemario, navegaremos por gran cantidad de metrópolis. No solo conquistaremos la gran manzana, sino que también pasaremos por Londres, París, Berlín, Viena, Roma, Miami, la Habana y Santiago de Cuba entre otros lugares.
Todas y todos coincidimos en que Lorca es posiblemente la víctima más añorada de la Guerra Civil española. Es por eso por lo que hoy, 85 años después de su magnicidio, debemos recordar especialmente que Lorca es también uno más. Una víctima más de esas 150.000 que aún quedan por identificar en las cunetas del país.
Y, sin embargo, el magnicidio de Lorca representa mucho más. Hoy es también un día de luto por la libertad de expresión y por los Derechos Humanos, y en este programa queremos recordar este aniversario con un ejercicio periodístico de memoria histórica valiéndonos de esa misma libertad de expresión que reivindicaba Federico.
Siempre os pedimos que nos apoyáis con vuestro mecenazgo, pero quizá sea este el programa que más deberíamos compartir y recomendar. Este programa va por todas las personas que han muerto por hacer arte, por ponerse del lado del débil, y por amar fuera de la norma.
Índice
Poeta en Nueva York, Lorca
Este programa repasa la vida del Federico humano principalmente a través de dos fuentes de información: el ensayo de Ian Gibson titulado ‘Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca’, publicado en 1998 y recientemente reeditado, y también con el documental ‘Lunas de Nueva York’, la primera parte de la trilogía sobre Lorca dirigida por José Luis Ponce.
Federico García Lorca viaja a Nueva York invitado a dar una conferencia en la Universidad de Columbia. Pasa por París, Londres y el puerto de Southampton, donde tomará el buque Olympic con destino a norteamérica en una travesía de 10 días.
Llega el 25 de junio a la gran manzana, con 31 años. Como apunta Muñoz Molina, es uno de los grandes momentos de la literatura en Español. Lo acompañará a bordo su amigo y valedor Fernando de los Ríos, jurista entonces y ministro español posteriormente, durante la República. Ambos han estudiado en la Residencia de Estudiantes de Madrid, escuela de la Institución Libre de Enseñanza. Fernando es sobrino de su fundador, Francisco Giner de los Ríos.
En cuanto a influencias artísticas de Lorca, por otro lado, Gibson apunta que antes de llegar a Nueva York son el escritor John dos Passos, los poetas Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, el director de cine Fritz Lang y el también cineasta y actor Charles Chaplin. Ya en New York conocerá la obra del poeta británico-americano T.S. Eliot y la obra del norteamericano Walt Whitman, a quien dedica su famosa Oda.
En cuanto al estado anímico de nuestro héroe, varias fuentes apuntan a que sufría una tremenda depresión, y por ello su familia consiente en que se vaya a América a cambiar de aires. Su amigo poeta Luis Rosales comentó posteriormente que se encontraba “al borde del suicidio cuando fue a Nueva York”, mientras que Rafael Alberti aseguró que se encontraba “perdido y desgarrado”.
Entre sus razones están que se sentía traicionado por Dalí y Buñuel y por la imagen que dan de Lorca en ‘Un perro andaluz’, y que también se sentía traicionado por su examante, Emilio Aladrén, que tras darle calabazas se promete con una mujer inglesa, Eleonor Dove. Dove está reflejada en alguno de sus poemas, así como el propio ex amante. Al principio de la estancia en Nueva York escribe dos poemas que no están fechados: ‘Fábula y rueda de los tres amigos’, y ‘Rivera de 1910’. El año 1910 supone para Lorca en su obra el paso mítico de la infancia a la adolescencia y qué supone también su viaje de la vega de granada a la propia capital, aunque este probablemente se tuvo lugar un año antes. Estos poemas están cargados de reproche de venganza contra el antiguo amante.
Estos primeros se relacionan también en temática con el poema ‘1910 (Intermedio)’, fechado en agosto de 1929. Estos poemas, más ‘Vuelta de paseo’ y ‘Tu infancia en Menton’, son los cuatro primeros de ‘Poeta en Nueva York’, y están subtitulados ‘Poemas de la soledad en Columbia University’.
Por último, la tercera razón de su desesperanza es, tal y como apunta Muñoz Molina, que a pesar de su éxito y reconocimiento público, aún vivía del dinero de sus padres.
Tanto la biografía de Gibson como el documental se apoyan en cartas del propio Federico a su familia, además de fragmentos de poemas del poemario y de su posterior conferencia sobre este viaje en 1932, en la Residencia de Señoritas de Madrid, adscrita a la Institución Libre de Enseñanza.
Leemos una de las primeras carta de Federico a su familia:
“La universidad es un prodigio. Está situada al lado del río Hudson en el corazón de la ciudad, en la isla de Manhattan, que es lo mejor, muy cerca de las grandes avenidas. Y, sin embargo, es deliciosa de silencio. Mi cuarto está en un noveno piso y cae al gran campo de deportes, verde de Yerba con estatuas. Al lado y por las ventanas de los cuartos de enfrente, ya pasa el inmenso Broadway, el Boulevard que cruza todo Nueva York. Sería tonto que yo expresara la inmensidad de los rascacielos y el tráfico. Todo es poco. En tres edificios de estos cabe Granada entera. Son casillas donde caben 30.000 personas“.
Dentro de un mes cumplirá Federico García Rodríguez 70 años; y Vicenta, su madre, acaba de superar los 59. Sigue la inquietud de ambos por la situación laboral de su hijo mayor, que ya tiene 31. Se refleja carta tras carta y constituye, hay que inferirlo, un oneroso peso para el poeta. Su madre le insta constantemente a que trabaje, a que recuerde cuánto les debe, a que saque todo el fruto posible del viaje y, sobre todo, que no pierda el tiempo, que “una vez pasado no vuelve más». No debe olvidar nunca, le recomienda el 16 de noviembre, que están haciendo todo lo que pueden por su progreso en todos los sentidos, porque sea “un hombre culto» y logre su aspiración de un hombre grande. Es su obligación, pues, corresponderles con el mayor esfuerzo posible. En cuanto a la situación económica real durante la estancia neoyorquina, recibía de su padre a principios de cada mes 100 $, justo lo necesario para poder vivir. La mensualidad tendría que ser incrementada a veces por unos envíos extraordinarios. En las cartas A su familia hay frecuentes alusiones a las estrecheces por las que está pasando, a su voluntad de no ser gravoso y a su deseo de ganar dinero. Al mismo tiempo no deja nunca de agradecer “la magnífica generosidad“ de su padre.
Al poco tiempo de llegar a Nueva York recibe una carta que se desconoce de Philip Cummings. Le recordaba su promesa de visitarle en Vermont. El poeta le contesta enseguida y en términos efusivos: «querido amiguito mío» empieza la misiva. Desea verle muy pronto, piensa constantemente en él, pero habrá que esperar seis semanas hasta que termine su curso de inglés en Columbia. Cummings le ha mandado el dinero para el tren, y Federico apenas se lo cree. La carta termina: “espero que tú me contestarás y no te olvidarás de este poeta del Sur, perdido ahora en esta babilónica cruel y violenta ciudad, llena de llena por otra parte de gran belleza moderna”.
Durante algunas semanas asiste regularmente a clase de inglés. Varias personas intentan ayudarle hablar inglés, aunque no llegara a tener un conocimiento importante del idioma a su salida de la ciudad seis meses después. Se hospeda las primeras semanas, por este curso de inglés, en la residencia estudiantil Fort Night Hall, adscrita a la Universidad de Columbia.
Federico le dice a su familia que ha sacado sobresaliente en este curso, pero la realidad es que no se presentó a los exámenes. La doble vida del Federico en privado y en público es una constante que Gibson siempre recuerda a lo largo de la obra.
Poco antes de su visita a Vermont, es nombrado por Federico de Onís (director de la casa hispánica), director de los coros mixtos del Instituto de la España de los Estados Unidos, por su conocimiento de la música y de la poesía popular. Como director, se organizó un concierto con los estudiantes, celebrado el 7 de agosto de 1929 con su acompañamiento al piano.
Entre muchas de las cosas que le chocan de los Estados Unidos estaban la religión protestante y también el culto al dinero. Ambas temáticas están reflejadas tanto en las cartas como en el poemario.
El 17 de septiembre termina su ‘Oda al santísimo sacramento del altar’ (no incluida en ‘Poeta en Nueva York’) que había comenzado en 1928, auto convencido de su catolicismo contra el protestantismo estadounidense. El tema del poema y también de una carta a su madre es su sorpresa al ver que no hay cristos ni vírgenes en el altar especialmente, y que éste le ocupe un órgano en su lugar.
Un día lo llevan a conocer la bolsa. Escuchamos lo que le cuenta a su familia de la experiencia:
“Es el espectáculo del dinero del mundo en todo su esplendor, su desenfreno y su crueldad. Sería inútil que yo pretendía expresar el inmenso tumulto de voces, gritos, carreras, ascensores, en la punzante y dionisíaca exaltación de la moneda. Es aquí donde yo he tenido una idea clara de lo que es una muchedumbre luchando por el dinero. Se trata de una verdadera guerra internacional con una leve huella de cortesía».
El renacimiento de Harlem en ‘Poeta en Nueva York’
Como ya hemos comentado anteriormente, a Lorca le sorprende la arquitectura de la metrópoli, el catolicismo protestante y la cultura empresarial de Wall Street, pero quizás lo que más le sorprende es la música. El segundo título o el segundo acto de ‘Poeta en Nueva York‘ está titulado ‘Los negros’, y atestigua la profunda influencia que produce en Lorca la cultura afroamericana neoyorquina.
Y es que Federico, a pesar de no conocer bien el idioma, se integra igual con los angloparlantes que con su entorno hispanohablante, y esto lo consigue a través de la música. Es conocida la amistad que trabó con la escritora Nella Larsen, nacida en Jamaica, de padre negro y madre danesa. En una carta a su familia, Federico escribe:
“Esta escritora es una mujer exquisita, llena de bondad y con esa melancolía de los negros, tan profunda y tan conmovedora. Dio una reunión en su casa y asistieron solo negros. Ya es la segunda vez que voy con ella, porque me interesa enormemente. En la última reunión no había más blanco que yo. Vive en la segunda avenida, y desde sus ventanas se divisaba todo New York encendido. Era de noche y el cielo estaba cruzado por larguísimos reflectores. Los negros cantaron y danzaron. ¡Pero qué maravilla de cantos! ¡Solo se puede comparar con ellos el cante jondo! Había un muchachillo que cantó cantos religiosos. Yo me senté en el piano y también canté. Y no quiero deciros lo que les gustaron mis canciones. Los negros son una gente buenísima. Al despedirme de ellos me abrazaron todos, y la escritora me regaló sus libros con vivas dedicatorias».
En vísperas ya de irse al encuentro de Cummings en Vermont, participa en una velada musical poética en casa de Federico de Onís. Asiste la escritora española Concha Espina, que la evocará tres años después en su libro ‘Singladuras. Viaje americano (1932)’:
«Están presentes entre otros Fernando de los Ríos y León Felipe. Hay composiciones inéditas y admirables de Lorca, ver son nuevos y hacendados y acendrados del zamorano. Y sobre todo música popular española, especialmente la granadina, que sabe transmitir de los Ríos, a la vez que Federico interpreta todas las infinitas derivaciones de esa misma canción andaluza, y las entona y las mismas y las mima con insuperable expresión“. Termina Espina su evocación: “noche rara y azul aquella de Nueva York, toda fungida por el enorme cantar de España desde un grupo azaroso de emigrantes“.
El testimonio de la escritora demuestra, una vez más, que en Lorca el don musical y el don poético, ambos de profunda raíz andaluza, son consustanciales, inseparables; comenta Gibson.
En esta parte del poemario está el poema ‘Norma y paraíso de los negros’ y el poema ‘Iglesia abandonada’, pero por encima de estos destaca su famosa Oda al Rey de Harlem.
Gibson apunta que en Oda al Rey de Harlem, fechada el 5 de agosto de 1929, Lorca demuestra que ha encontrado una similitud no solo en la música negra y el cante jondo, sino entre la situación social de los negros, condenados a ser ciudadanos de tercera clase, radicalmente discriminados, y los gitanos de Andalucía, hostigados a lo largo de los siglos.
De vuelta España dirá que “ el hecho de ser de Granada le inclinaba a la “ comprensión simpática de los perseguidos: del gitano del negro del judío del morisco… Que todos llevamos dentro “. Cuando el poeta imagina la llegada del día en que los negros se levanten contra sus opresores y la Naturaleza recupere la tierra usurpada por la ciudad, nos damos cuenta de que no solo se trata la liberación de los negros, sino de todas las minorías oprimidas.
De Nueva York al campo
Federico viaja a Vermont tras seis semanas en Nueva York. Estaba, como decimos, aún más deprimido en el Lago Edén, en agosto de 1929, donde su amigo Philip Cummings reserva una casita a los pies del solitario lago.
Esto lo cuenta el propio Cummings en su diario:
“Hoy el poeta de España ha estado comparando las cosas, especialmente su entorno andaluz con nuestro lago rodeado de colinas. Nuestras colinas son más bajas y más verdes. No son aquella elegancia mística y coronada de nieve de la Sierra detrás de Granada, pero nos produce en otro sentimiento, el de un infinito consuelo. La Vega, o llanura de olivos suya, se convierte aquí en campos de heno ondulantes y oteros sembrado de manzanas rojas. Ha estado encantado, este soñador de todo lo que significa la Granada antigua, al encontrar aquí la zarzamora de Andalucía. Él ve un arbusto, un árbol conocido, y la momentánea nostalgia que todos padecemos se apodera de él, y mira, con ojos entristecidos, más, mucho más allá del boscaje».
Philip sabe que lo que está pasando por una grave crisis. Es probable que el poeta le confesara, aunque quizás solo en parte, las causas de su infelicidad. Años más tarde el norteamericano revelaría que, durante su estancia, Federico le confió un paquete cerrado que contenía papeles privados, pidiendo que lo guardara en un lugar seguro.
En 1961 Cummings lo abrió y encontró dentro 53 hojas manuscritas. Constituyen una “amarga denuncia de gente que estaba tratando de acabar con él, de acabar con su poesía y de impedir que fuera famoso”. De manera más o menos confusa, atacaba personas en las que había depositado su confianza sin que fueran merecedoras de ella. “Tengo la impresión de que se sentía traicionado tanto en el aspecto físico como emocional“, declaró el norteamericano.
El único nombre que Cummings decía haber reconocido entre los que, según Lorca, le atacaban, era el de Salvador Dalí. Al final del manuscrito había, garrapateada, una petición: “Felipe, si no te pido estas hojas en 10 años y si algo me pasa, ten la bondad, por Dios, de quemármelas“.
Movido por un sentimiento de lealtad hacia el poeta muerto, Philip hizo lo que le habían encomendado y las quemó al día siguiente, decisión que más adelante lamentaría.
En este punto del viaje, al parecer, Federico escribió muchas cartas, y la mayoría no se han recuperado. Ian Gibson insiste entre que entre las más valiosas figuran las de su amigo, escritor y periodista Rafael Martínez Nadal, y apunta a que éste contribuyó a frenar las acusaciones de homosexualidad de Federico muchos años después, hasta su propia muerte en 2001. Lo cierto es que Lorca durante todo el viaje no para de escribir, tanto poemas del poemario como las siguientes obras teatrales que estarían por llegar: ‘Doña Rosita la soltera’, ‘La Zapatera prodigiosa’, ‘El amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín’, ‘Yerma’, y, especialmente, ‘El público’, que no verá la luz hasta la década de los 70.
A los siete días de llegar a Vermont, da por terminada la estancia. De estas fechas son atribuidos dos poemas: ‘Poema doble del lago Edén’ y ‘Cielo vivo’. En ellos se demuestra la tristeza y la desesperanza del poeta, por ejemplo en ese verso que dice, “quiero llorar porque me da la gana”. Es en Vermont cuando Lorca alcanza su pico de angustia vital del viaje.
Es entonces cuando se va con la familia de su amigo, el profesor e historiador Ángel del Río, a su granja en Bushnellsville, en Shandaken. En una carta, comenta a sus padres que pasa unos días deliciosos allí.
Lo cierto es que, con una familia española, Federico se siente aparentemente más feliz, pero esos días compone ‘El niño Stanton’, que trata sobre el cáncer; y ‘Niña ahogada en un pozo’, este último recreado en unos fosos cerca de la granja. En el poemario, Mary y Stanton son hermanos; ella se ahoga y él sufre el cáncer, y resulta curioso que en los 60 el propio Ángel del Río se suicide junto con su esposa al conocer que ambos tienen cáncer. Como vemos, Lorca no ha abandonado ni abandonará la tragedia en su temática, que también aparecerá en el otro poema de la etapa en la granja, titulado ‘Vaca’.
A estos tres poemas les siguen ‘Muerte’, ‘Nocturno del hueco’, ‘Paisaje con dos tumbas y un perro asirio’, ‘Ruina’ y ‘Luna y panorama de los insectos’, cinco composiciones que constituyen la quinta parte del poemario, titulada ‘Introducción a la muerte’.
Y es que, según Ángel del Río, Federico pasó gran parte de esos días escribiendo, y les leyó fragmentos de ‘La Zapatera prodigiosa’, ‘El amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín’, ‘El público’, e incluso ‘Así que pasen cinco años’, obra en la que figura La Leyenda del Tiempo. No obstante, Gibson pone en duda la lectura de esta última.
Federico de Onís lo recoge en coche en la granja de la familia Del Río el 18 de septiembre, y se lo lleva 70 km al sur a su casa de campo en Newburgh, donde pasa unos días.
Allí Federico lo ayuda con su ‘Antología de la poesía española e hispanoamericana’, que fue publicada en 1934. En la misma casa está el poeta León Felipe, que se encontraba traduciendo en ese momento la obra del poeta americano Walt Whitman al español.
León Felipe es quien le dio a conocer a Whitman, y se hicieron amigos. Años más tarde diría que estaba al tanto de la homosexualidad de Federico. Fruto de este encuentro, Federico empezaría poco después de este viaje, en Nueva York, su ‘Oda a Walt Whitman’, que continuaría en Cuba y que terminaría en el barco de vuelta a España, el 15 de junio de 1931.
En este poema presenta unos Estados Unidos anegados de máquinas y de maricas, que contrapone con la pureza del poeta Whitman, que vivía su sexualidad separando la de su obra y de su identidad social. La oda a Whitman es una condena a los homosexuales públicos como colectivo, a los homosexuales con pluma. Un colectivo al que no quiere pertenecer pero pertenece. El poema, publicado por separado en México en 1933, constituye, según Gibson, «un mecanismo de defensa» sobre la confusión que entonces sentía sobre la condición pública de su propia sexualidad.
En este mini viaje rural dentro del gran viaje a Norteamérica, Lorca vivirá los últimos días de los estadounidenses felices años 20.
Vuelta a Nueva York
Continuamos en La Leyenda del Tiempo y en este bloque vamos a tratar los últimos meses de Lorca en Nueva York, una ciudad testigo en octubre de uno de los acontecimientos más trágicos del siglo XX norteamericano: la caída de la bolsa de Wall Street. El crack del 29.
García Lorca vuelve a Nueva York el 21 de septiembre, y ocho días más tarde es invitado por la Institución Hispano Cubana a visitar la Habana al año siguiente, en 1931. Éstos días escribe muchos poemas, y varios de la tercera parte del poemario como ‘La Aurora’. Está fechado el 7 de octubre uno principalmente interesante, y que no consta en ‘Poeta en Nueva York‘, ‘Infancia y muerte’. Se lo manda por carta a su amigo Rafael Martínez Nadal con una escueta nota: “para que te dés cuenta de mi estado de ánimo”. Aquí Lorca deja claro que el yo poético del poema, y también, podemos inferir, del de varios de los otros del poemario, no es otro que en él mismo. Es un poema muy oscuro sobre su propia infancia, que deforma a lo tétrico, y hace referencias a ‘Niña ahogada en un pozo’, ‘Intermedio (1910)’, y ‘Poema doble del Lago Edén’, donde admite que él es “un niño vencido en el colegio y en el vals de la rosa herida”.
Está describiendo los complejos de su juventud, lo que vivía cuando lo tildaban de afeminado. Como vemos, en ‘Poeta en Nueva York’ confluyen constantemente estos tres traumas: los complejos del niño y el adolescente, el abandono del amado y, por último, las críticas artísticas recientes recibidas por su entorno.
Gibson también destaca del poemario la doble vertiente expresiva, una muy clara que grita sus problemas personales, pero también una muy oscura desde el punto de vista estilístico, que le permite disfrazar sus sentimientos con toda la simbología surrealista y con todas esas imágenes oníricas.
Dejando de lado el poemario, cuando Lorca vuelve a Nueva York también trabaja en un guión de cine sonoro, muy pionero para su época, con el director mexicano Emilio Amaro. Escribe el guión de ‘Viaje a la luna’, una película de tintes surrealistas lorquianos inspirada en la obra homónima de principios del siglo del director George Meliès.
Entretanto, la constante en las cartas a su familia es quejarse del dinero que recibe, como hemos dicho, 100 dólares al mes, que si bien daban para vivir en Nueva York, quizás no le permitieran acudir a los teatros de la gran manzana.
Esta carta la escribe el 21 de octubre:
“Realmente la vida de estudiante es la más barata de los Estados Unidos, y con 100 dólares en otro sitio no podría valerme, pero aquí sí. Veremos a ver si mi presupuesto me alcanza para asistir al teatro, en el que tengo tanto interés. He empezado a escribir una cosa de teatro que puede ser interesante».
Gibson cree que la mención a la obra que ha empezado escribir no es otra que ‘El público’, que de hecho se publicó en 1960, muchos años después de su asesinato. Entre los teatros que pudo frecuentar en esa New York figuran el Neighborhood Playhouse, el Theater Gil, y el Civic repertory, todos marginales y que montaban obras contemporáneas. Por otro lado, entre los teatros de negros a los que pudo asistir, a ver musicales, figuran en la Fayette, el Lincoln, y el Alhambra.
Por último, es posible que hubiera una representación Del famoso actor Mei Lan Fang, del teatro de Pekín, cuyo arte dejó asombrado al público y los críticos.
A finales de diciembre será Nochebuena, y Lorca la pasa cenando en casa de Federico y Harriet de Onís, y les recita ‘El amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín’. Es la primera Nochebuena que pasa fuera de casa, y en un país extranjero. El poema ‘Navidad’ está compuesto el 27 de diciembre, y su temática se centra en la figura de un marinero desarraigado y frágil que muere durante la celebración de la Pascua cristiana.
Son sus días de mayor creación poética. El 29 de diciembre compone ‘Paisaje de la multitud que vomita’, el 4 de enero, ‘Luna y panorama de los insectos’, el 18 de enero, ‘Sepulcro judío’, y el 10 de enero, ‘Pequeño poema infinito’, que es el último del poemario. Gibson comenta en este punto que, tras leer estos poemas, escritos poco antes de partir a Cuba, “resulta difícil creer que en nueva York, pese a su gran éxito social, el poeta conociera la felicidad”.
Como hemos comentado anteriormente, sobrevivió con los 100 dólares mensuales de la época. Trabajar para ganar dinero le importaba mucho, y por dar una charla en la Universidad de Vassar le prometieron esos mismos 100 dólares. Al final le dieron 75 y, si bien se molestó muchísimo, acudió, como afirma en su respuesta, “no solo como persona, sino sobre todo como español y en una institución extranjera, en atención de los estudiantes y el colegio”.
El 6 de febrero llega a Nueva York su amigo, el torero Ignacio Sánchez Mejías, con su amante Encarnación López, música y bailarina apodada la Argentinita. La Argentinita es madrina del hijo de Onís, al igual que Lorca. Por tanto, son compadres. Juntos trabajan en su ‘Colección de Canciones Populares Españolas’, que terminarán en España dos años después. A raíz de la visita del torero, el propio Federico da el 20 de febrero una conferencia sobre todo sobre toros, con el mismo Sánchez Mejías.
En nuestro viaje hemos pasado por alto el acontecimiento más importante que vive Federico en todo el viaje. Entre el lunes 28 de octubre y el martes 29, Lorca vivirá los días más negros del siglo XX estadounidense. Federico acude a Wall Street y presencia el crack de la bolsa que meses antes había visitado. Según le cuenta su familia, pasa más de siete horas entre la desgarrada muchedumbre, presenciando épicas escenas de histeria, gritos y lamentaciones. Hasta dice haber visto el cadáver de un suicida, que se acaba de tirar del piso 16 de un Hotel. Comienza entonces la Gran Depresión norteamericana. Según Gibson, Federico se congratula de haber sido testigo personal del espantoso hundimiento. En la misma carta, afirma Lorca:
“Desde luego, era una cosa tan emocionante como puede ser un naufragio, y con una ausencia total de cristianismo. Yo pensaba con lástima en toda esta gente con el espíritu cerrado a todas las cosas, he puesto a las terribles presiones y al refinamiento frío de los cálculos de dos o tres banqueros dueños del mundo».
No tardó en transformar lo presenciado aquella tarde en materia poética, además de manantial de exageraciones. El acontecimiento había servido para reforzar su anticapitalismo radical, ya patente en su obra temprana. En ‘Danza de la muerte’, en la cual se imagina la llegada a Wall Street de un espectral bailarín africano enmascarado, la denuncia de la civilización blanca cobra dimensiones apocalípticas:
«El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡Oh, salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve»
Al final del poema, la jungla africana destruye metrópolis, que simboliza la obsesión del ser humano blanco con el dinero. La denuncia social en ‘Poeta en Nueva York‘ acostumbra a ser colectiva, como en el verso “salvaje Norteamérica”, pero se enfoca más hacia los poderes políticos, como la Iglesia Católica. En su otra oda, el ‘Grito hacia Roma’, dirige su protesta contra el Papa Pío XI, cómplice de Mussolini y del fascismo. Y esta denuncia la entona, como dice Gibson, “para que se oiga bien”, desde el rascacielos más alto de la América de entonces, el Chrysler Building.
El poeta en Cuba
Continuamos en La Leyenda del Tiempo, y en el último bloque del programa alcanzamos Cuba, isla que supone para Federico un fuerte contraste en su viaje. Estará 3 meses y, en un ambiente hispanoparlante, gana dinero, también gana peso, y se muestra abiertamente feliz.
El 4 de marzo de 1930, Federico García Lorca coge el tren hasta Miami, y llega al día siguiente. Allí pasará una noche, en la que improvisó una charla.
El 6 de marzo va en barco a vapor hasta la Habana, donde llega el 7 por la tarde. En el puerto le esperan representantes de la Institución Hispano Cubana y buena cantidad de público que ya conoce, entre otras obras, su Romancero Gitano.
Para iniciar esta etapa cubana, Gibson escribe:
“Cuba. Desde su infancia en Fuente Vaqueros había sido un hombre mágico. Quizá sus primeras nociones de la isla procedían de las exóticas etiquetas interiores de las cajas de puros habanos de su padre, donde había contemplado, embelesado, a Romeo y Julieta abrazándose en medio de una lluvia de rosas y de medallas de oro, y había mirado la hermosa cabeza de Fonseca, el magnate tabaquero. En su imaginación había vagado entre bosques de palmeras bajo un cielo turquesa».
A sus padres, en una carta, compara la Habana con Málaga y Cádiz:.
“Es una mezcla de Málaga y Cádiz, pero mucho más animada y relajada por el trópico. El ritmo de la ciudad es acariciador, suave, sensualísimo, y lleno de un encanto que es absolutamente español, mejor dicho, andaluz. Habana es fundamentalmente española, pero de lo más característico y más profundo de nuestra civilización. Yo naturalmente me encuentro como en mi casa. Ya vosotros sabéis lo que a mí me gusta Málaga, y esto es mucho más rico y variado».
En su conferencia recital sobre Nueva York y Cuba da a entender que viajó desde Nueva York a Cuba por mar, aunque pasó un día en Miami, donde cogió el barco hasta La Habana. En esta conferencia describe su sorpresa con estas palabras:
“¿Pero qué es esto? ¿Otra vez España? ¿Otra vez la Andalucía mundial? Es el amarillo de Cádiz con un grado más, el rosa de Sevilla tirando a carmín y el verde de Granada con una leve fosforescencia de pez».
El 10 de febrero se celebra una velada en su honor en el instituto de las Españas, donde lee una versión de su conferencia ‘Imaginación, inspiración y evasión’ de 1928. Es esta una nueva versión de la recitada en la Universidad de Vassar, y retitulada ‘Mecánica de la poesía’. Esta y sus distintas variantes será la conferencia que más pronuncie en su estancia en Cuba.
Da cinco conferencias en el Teatro Principal de la Comedia de la Habana: la mencionada ‘Mecánica de la poesía’, que también repitió poco antes de salir, en Cienfuegos. También dio otras sobre el cante jondo, sobre el poeta Góngora, y sobre las canciones de cuna en Español.
Es la primera vez que Federico vive del dinero que gana, aunque no sabemos si ganó mucho. Lo que sí sabemos es que tuvo muchísimo éxito. Las tres primeras fueron muy bien, por lo que le ofrecieron dar dos más en la misma institución. Además de dar conferencias, Federico ha tomado parte en una cacería de cocodrilos y ha estado en una fiesta ofrecida por una asociación de damas distinguidas, donde ha visto «las mujeres más hermosas del mundo» debido, según dice en una carta a su familia, “a las gotas de sangre negra que llevan todos los cubanos “. Las invitaciones le llueven, y en la misma carta remata: “Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba“.
Es la primera vez que Lorca se siente liberado sexualmente. Sobre la homosexualidad de Federico aún circulan leyendas en la Habana: una, que cortejó con éxito a un marinero escandinavo; otra que pasó una noche en la cárcel porque lo acusaron de homosexual… Lo que es seguro es que mantuvo una relación con un mulato de 20 años llamado Lamadrid, y también con otro amigo español homosexual, Pérez de la Riva, que seguiría siendo muchos años después amigo del poeta.
En cuanto a su obra artística, de esta parte solo se conoce el ‘Son de negros en Cuba’, que se publicaría allí mismo en la revista habanera Carteles poco después de su partida.
Federico se hospeda en la Habana en el hotel La Unión, pero visita a diario la casa de la familia Loynaz. Sus cuatro hijos, de los que se hizo muy amigo, han declarado posteriormente que allí leía fragmentos de ‘El público’, de ‘Doña Rosita la soltera’ y de ‘Yerma’, obras que tenía bastante avanzadas.
En este punto, y antes de partir a Santiago, donde lo habían invitado pocos días antes, escribe el primer acto de la obra de teatro ‘La destrucción de Sodoma’, que nunca fue terminada y cuyo tema también era la sexualidad.
A finales de mes de mayo, Federico va por fin a Santiago, y el 2 de junio da su conferencia ‘Mecánica de la poesía’. De la parte más oriental de la isla se dirigió, el 3 de junio, hacia Santa Clara, para continuar camino hasta la ciudad de Cienfuegos, donde pronunció la misma conferencia que en Santiago.
El 19 de junio se iría el poeta definitivamente de Cuba en el barco trastlántico Manuel Arnús, pero poco antes de partir, la Revista Avance organizó una comida en su honor en el hotel Bristol.
La gente que lo vio volver reconoce que ha engordado un poco en Cuba, donde pudo permitirse comer mejor. Luis Buñuel también comentó posteriormente que volvió “obviamente más gay“ de su viaje. A partir de entonces, su homosexualidad empezará a comentarse públicamente, incluso en algunas revistas.
Lo recogieron sus hermanos Francisco e Isabel en el puerto de Cádiz, tras una travesía donde, según afirman diversas fuentes, fue el absoluto protagonista con su música y su arte.