¿Todos somos migrantes? Completando la definición de la RAE
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By Salvador Carnicero Arcos
- On Mar 29, 2020
- In Natural
Los medios de comunicación acostumbran a asociar al migrante con un contexto de excepcionalidad e ilegalidad, consiguiendo que gran parte de la población perciba la condición de ser migrante como algo ajeno. ¿Y si esta población y los medios de comunicación descubriesen que, en efecto, todos somos migrantes?
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), un migrante es aquel “que migra”. Ante esta definición incompleta, debemos buscar el infinitivo “migrar”, que desarrolla un poco más. Migrar es “trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente”. El significado del cambio de residencia es adecuado y es englobador, ya que se repite en el resto de definiciones especializadas analizadas, pero está incompleto.
En MiGRANTE.eS repasamos 10 variables clave relacionadas con el concepto y más de 10 definiciones especializadas del término migrante para convencerte: tú también eres migrante, pero aún no lo sabes.
Índice
1. El origen
Todas las personas, así como todos los migrantes, tienen un origen natural y geográficamente definido. El lugar donde nació. La distancia del mismo podemos medirla en kilómetros, pero también en metros.
La profesora de Sociología Laura Oso (1998) en La migración hacia España de mujeres jefas del hogar concibe la migración en este sentido como el “desplazamiento que trae consigo el cambio de residencia del individuo, de un lugar de origen a uno de acogida”. No obstante, el recientemente fallecido economista Bob Sutcliffe escribía que:
“Los seres humanos han migrado desde los orígenes mismos de la humanidad, partiendo desde un pequeño punto ubicado en África hasta poblar todos los continentes y rincones del planeta. En términos prácticos todas las personas son migrantes o descendientes de migrantes”
Bob Sutcliffe (1998, Nacido en otra parte)
Este origen, como decimos, constituye un factor inamovible en la definición correcta del concepto migrante. Este factor es natural y conocido, siempre que sepamos el lugar de nacimiento de la persona en cuestión, pero también su ascendencia. Genéticamente, nuestro origen se encuentra en el ADN de nuestros progenitores, mientras que el origen de nuestra manera de pensar lo encontramos asociado con la cultura que nos aporta nuestra lengua madre, que carga con connotaciones diferentes según nuestro primer idioma y configura nuestro pensamiento.
2. El destino
Nuestra posición geográfica actual nos encasilla en migrantes de un tipo o de otro. La mayoría de las personas migrantes se desplazan en el interior de los mismos países de las que son originarios. Los desplazados internos, llamados así para diferenciarlos de la carga legal del término refugiado, son personas que viven en un sitio distinto del que nacieron porque se encuentran perseguidos, pero que habitan dentro del mismo país. La mayoría de la migración, ya sea en países en guerra o en naciones ricas, se debe a los desplazamientos internos.
El concepto de desplazados internos se opone al de refugiado y al de solicitante de asilo, ya que estos dos últimos cruzan una frontera política al huir de su lugar de origen. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los migrantes forzosos huyen en su mayoría hacia otra zona del mismo país. Este detalle no es baladí, ya que muestra que incluso en situaciones de guerra la mayoría de personas prefieren desplazarse hacia un lugar cercano con el que comparten idioma o costumbres que hacia uno lejano que implique nuevas fronteras administrativas.
3. La distancia
De momento podríamos pensar que el migrante es cualquier persona que viaja pero, ¿desde dónde hasta dónde? Tanto la RAE como la gran variedad de especialistas que manejamos coinciden en algo: de una residencia a otra. Ser migrante es cambiar de casa. Tampoco definen la distancia entre las mismas, por lo que cualquier proceso de independencia del hogar de los padres puede considerarse un fenómeno migratorio. ¿En cuántas casas has vivido?
Según el politólogo y sociólogo Joaquín Arango (1985) en Las Leyes de las Migraciones de E. G. Ravenstein, cien años después, las migraciones son “desplazamientos o cambios de residencia a una cierta y significativa distancia con carácter relativamente permanente o con cierta voluntad de permanencia”.
Ninguno de los autores consultados establece una distancia fija a la hora de definir la movilidad del migrante.
4. El tiempo
Ninguna de las definiciones de los expertos definen tampoco un tiempo de permanencia determinado en el destino del migrante, aunque Tizón y otros (1993, Migraciones y salud mental : un análisis psicopatológico tomando como punto de partida la inmigración asalariada a Catalunya) ponen de relevancia que el migrante debe estar un tiempo en el lugar de destino, el suficiente para realizar una nueva rutina distinta a la de su sitio originario. De esta manera distinguen al migrante de los viajeros comunes o de los turistas, ya que en principio la estancia de los mismos en otros lugares no implica un cambio de rutina, independientemente de que también exista un proceso de movilidad física.
Según Tizón y otros, “la migración es aquella en la cual el traslado se realiza de una región a otra lo suficientemente distinta y distante, por un tiempo suficientemente prolongado como para que implique vivir en otro país, y desarrollar en él las actividades de la vida cotidiana”.
Si antes veíamos que la distancia no estaba definida, ahora observamos cómo el tiempo de la migración es relativo y no es excluyente, siendo clave en este punto que el migrante llegue a desarrollar actividades cotidianas en el lugar de destino, obligándolo a cambiar su rutina.
5. Las causas de la migración
Las causas de la migración han sido el asunto central de los estudios migratorios, pero han estado mal enfocadas desde el principio. La Teoría Neoclásica migratoria, desarrollada desde los años cincuenta, concibe el fenómeno como una explicación a la diferencia entre salarios entre trabajadores de un país y otro. Estas teorías se han ido puliendo con el tiempo, pero parten de una base meramente económica y han influido en las posteriores definiciones, contaminándolas. Los movimientos migratorios no obedecen solo al coste-beneficio del migrante ni al nivel de las economías de las comunidades de origen y destino, por lo que las teorías push-pull son insuficientes para explicar las causas de la migración. Existen circunstancias personales en las que no se ha profundizado lo suficiente. Las razones meramente pasionales influyen radicalmente en la decisión de migrar, especialmente si la independencia de la zona de confort familiar se realiza en un lugar cercano, como dentro de la misma ciudad o del mismo pueblo.
Las causas de la migración son más pasionales de lo que pensamos y debemos asumirlas no solo desde un enfoque macro económico social (huir de la guerra o buscar un trabajo mejor), ya que este enfoque no explica la mayoría de los procesos migratorios y asume que todos los individuos migran hacia otro destino más próspero económicamente ante unas determinadas circunstancias. Un planteamiento ingenuo, ventajoso y peligroso que distancia al humano del migrante.
6. La decisión de migrar
Otro de los debates recurrentes radica en si la decisión de abandonar nuestra casa es propiamente individual o si es colectiva, decretada desde el entorno familiar como propone la Nueva Teoría Económica de la Migración desarrollada a partir de los ochenta. El enfoque individualista no se ajusta a la realidad, pero tampoco el familiar y comunitario, si bien este arroja un poco más de luz. Un individuo puede decidir migrar por sí mismo, pero la ayuda que necesita para salir de la zona de confort (tanto económica como formativa) es imprescindible.
Esta ayuda no solo la realizan las familias, sino también los centros formativos, los propios grupos domésticos, los amigos, el entorno laboral del migrante y tantos actores como podamos imaginarnos. Si pensamos en que la migración parte de una decisión familiar estamos asumiendo un concepto de familia anticuado, eurocentrista, machista y capitalista, ya que también presuponemos que el migrante debe ser varón y en edad de trabajar. Las razones por las que autores como Stark, Levhari, Taylor o Bloom afirman que esta decisión se realiza en familia se ajustan al modelo capitalista actual, pero no son innatas a la condición del ser humano, especialmente si los modelos familiares han cambiado hacia la familia monomarental con un retoño en el grupo doméstico, la más significativa estadísticamente.
La migración en este sentido se explica como una deuda económica intergeneracional donde la familia entera invierte en la estancia del emigrante esperando el envío de remesas hacia su economía familiar de origen. Resulta muy acertada para grandes economías de escala: la mayoría de los países pobres sobreviven la tormenta del capitalismo por las remesas que reciben. No obstante, estas teorías resultan insuficientes para explicar situaciones de migración próxima o migraciones tempranamente circulares. Además, si bien es cierto que la mayoría de los migrantes internacionales son varones en edad de trabajar, este estereotipo no es suficiente para entender el fenómeno en su conjunto y constituye un punto de vista machista asumir este tópico.
7. No somos trabajadores, somos humanos
Los migrantes como minoría social reconocida en las antiguas potencias han conseguido sus derechos de la mano de los movimientos civiles, de la ONU y de la Organización Internacional de los Trabajadores (OIT). Los migrantes primero han sido reconocidos como mano de obra de los países, y sus derechos han sido protegidos asalariados en empresas extranjeras. En otras palabras: el concepto de migración actual se vincula al mercado de trabajo inevitablemente, pero este mercado no es natural, sino producto del capitalismo.
El ser humano migraría aún sin existir el capitalismo, por lo que deben reconocerse los derechos de los habitantes, no solo de los ciudadanos y trabajadores de un país. Concebir la migración como un trasvase de trabajadores no es acorde con los artículos 1, 6, 7, 8, 10, 11, 16, 21 y 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y este enfoque es heredero de la trata de esclavos y del imperialismo capitalista.
8. Frontera de identidades
Kearney & Beserra (2002, Migración e identidades, una aproximación basada en clases) definen la migración como “un movimiento que atraviesa una frontera significativa que es definida y mantenida por cierto régimen político, de tal manera que cruzarla afecta al identidad del individuo”. La frontera de identidades no es siempre perceptible, ni siquiera para el propio migrante, aunque influye de manera directa en el sentimiento de migrar. El ser humano siempre se siente parte de algo, un contexto social geográfico que influye en su comportamiento y que lo hace igual a sus vecinos. Al cambiar de contexto político-administrativo o identitario, inevitablemente siente un desarraigo del contexto identitario de origen, lo que produce la nostalgia. El concepto de identidad no es solo político, ya que puede expandirse también a la familia o al grupo doméstico, por lo que el desarraigo puede sentirse, aunque no siempre, al independizarse de la familia de referencia en la misma localidad. Esto demuestra que existen muchas fronteras sociológicas y psicológicas y que la migración no solo debe centrarse en las fronteras físicas.
9. Cambio en el entorno político administrativo
Para la socióloga Cristina Blanco (Las migraciones contemporáneas, 2000) las migraciones son movimientos que supongan para el migrante un cambio del entorno político administrativo, social y/o cultural relativamente duradero. Esto se relaciona con el tiempo y con el cambio de rutina, ya que muchos migrantes, al realizar un cambio permanente de residencia, interrumpen actividades en un lugar que los sitúan como personas políticas. En España podemos cambiar de dirección, teléfono fijo, circunscripción electoral, provincia, etc. Estos cambios implican otros nuevos, como la oficina de Correos más cercana, el pago de diferentes impuestos o el derecho a voto.
10. El retorno
En la misma línea, Blanco distingue tres subprocesos relacionados con el proceso de migrar: la emigración, la inmigración y el retorno. La emigración y la inmigración son obligatorios, ya que solo dependen del punto de vista desde donde se mire. No obstante, el retorno no siempre se produce. La mayoría de las migraciones internacionales resultan ser circulares, por lo que es erróneo hablar de “fuga de cerebros” (“brain drain” en inglés) y hay que empezar a enfocarlo como una circulación de los mismos.
La fuga de cerebros implica un trasvase de conocimiento técnico cualificado de un país en desarrollo que haya formado al migrante hacia otro desarrollado que aprovecha este conocimiento. No obstante, si el proceso es en su mayor parte circular, el migrante que vuelve también vuelve con sus conocimientos y culturas adquiridas durante el viaje, repercutiendo finalmente en el enriquecimiento de su comunidad de origen. La tendencia al retorno está cambiando, facilitando no solo una fuga de cerebros creciente, sino también el asentamiento en nuevos países de trabajadores cualificados gracias a las nuevas tecnologías, el mayor acceso al estudio de idiomas y los nuevos nichos laborales.